jueves, 8 de septiembre de 2016

No hay quinto malo ( IV )



 
Camariñas (A Coruña) Galicia, España.
(Esta historia empieza aquí, sigue acá; y la tercera parte puedes leerlas pulsando aquí. )
  
Las Fiestas del Carmen en Camariñas nos permitieron contemplar desde el muelle la partida de los barcos engalanados con banderolas y flores para honrar a la Virgen marinera en su procesión por el mar. 

Hubo bailes de homenaje, hubo flores, música, algunas perlas antiguas al cuello en mujeres ataviadas con vestidos floripondios, algunos rancios como recién aireados de la naftalina, con corte y diseño pasados de moda; otros tan supuestamente modernos que recordaban a disfraces de carnaval. Hubo mucha peluquería y mechas rubias y gafas de sol ocultando ojeras en las jóvenes que se habían acostado ya de amanecida. Había muchachos en las puertas y terrazas de los bares con aspecto de no haber pasado por casa desde la tarde anterior y piropeaban a las quinceañeras ataviadas con shorts tipo braga que en grupitos pasaban corriendo camino a los barquitos. Se ríen tontamente, como se ríen las adolescentes piropeadas por pequeños gañanes emporrados y resacosos. Pasaron por nuestro lado hombres serios de camisa, pero sin corbata ni chaqueta, el calor es asfixiante y ya no se cuida el protocolo; vemos parejas de edad avanzada apoyándose mutuamente camino al puerto, ella perfumada, los labios rosas mal pintados porque apenas ve de cerca; él, recién afeitado, oliendo a Varón Dandy o a Floïd, el cinturón bien ceñido, los zapatos lustrados. Puedo imaginarme esta escena en tiempos de mantillas y sombreros. Y la única diferencia, exceptuando modas en el vestir y los ademanes, sería el antaño silencio respetuoso y la devoción religiosa. Pero no estoy lo suficientemente cerca de ellos para percibir los ojos húmedos de los fieles que lloran a sus muertos náufragos e imploran la protección para los vivos a la Patrona del mar, así que a lo mejor la devoción aparentemente no ha cambiado.

Camariñas (A Coruña) Galicia, España

Sólo somos meras espectadoras, suena la sirena largamente en el puerto anunciando el gran momento, la partida en procesión. Me pregunto si en días de temporal sonará esa sirena entre jirones de niebla y viento feroz advirtiendo del desastre, e imagino el temor que se apoderará de mujeres y niños sabiendo que los que aman están allá adentro, en mar abierto, océano implacable, luchando contra olas altas como muros que se les echan encima.

La procesión comienza, nosotras seguimos nuestro camino. En la playa de Traba pasamos la tarde casi en solitario, adormecidas y relajadas, sesteando, bañándonos y leyendo. 
 
Playa de Traba, Laxe (A Coruña) Galicia, España
Playa de Traba, Laxe (A Coruña) Galicia, España

Pero nuestra meta es otra, hacemos noche en Laxe porque al día siguiente queremos visitar la tierra de los percebeiros, cabo Roncudo y Corme Porto

Percebes

A mí -y ya sé que puede parecer un sacrilegio- no me entusiasman los percebes. Saben demasiado a mar, sueltan agua salada y casi no tienen chicha, al menos los que yo probé en un par de ocasiones, por lo que no echo de menos no comerlos a causa de su habitual precio alto, a veces desorbitado. No me extraña que alcancen esa cotización en el mercado: los percebeiros se juegan la vida para arrancarlos de las rocas. 
 
Percebes

Pero mi falta de apetencia gastronómica no quita para que admire la faena de estos hombres y mujeres que danzan una peligrosa coreografía con el mar. Las olas lanzan sus velos hacia las rocas, los percebeiros se echan unos pasitos hacia atrás sin perder el contacto visual, enamorados, subyugados. Las crestas se retiran dejando su huella de espuma y los hombres se abalanzan a recoger los frutos todos salpicaditos de sal. Así una y otra vez, hasta que los percebeiros se retiran, el mar ha dejado que le arrebaten sus joyas, el hombre no debe abusar de su generosidad. Pero en ocasiones, el océano exige su terrible tributo. Y arrastra hasta su fondo a aquellos confiados que en un descuido no han salvado ese paso atrás seguro de cha cha cha.

Percebeiros



Vídeo: percebeiros en acción. En Cariño - Ortegal (A Coruña) Galicia.





En todo eso pensaba yo camino de la Punta y del faro Roncudo después de tomar una cerveza en un bar del puertecito de Corme, de donde prácticamente nos echaron porque era hora de comer, estaban de fiestas y los encargados del bar tenían que comer y descansar, que la noche había sido larga y la que se avecinaba igual. Cosas así sólo pasan en Galicia: bares de comidas de los que te echan porque es hora de comer.

Imaginaba yo que el camino hasta el faro sería tortuoso y de gran desnivel sobre el mar, porque asociaba yo el trabajo de los percebeiros con lugares de difícil acceso (no sabía yo que a los mejores lugares de extracción deben llegar en barca), pero lo cierto es que la carretera no ascendía y apenas tenía curvas. Había, eso sí, muchas gaviotas y cuervos marinos (si es que lo eran, no entiendo de aves, bueno, ni de animales en general).
 
Faro do Roncudo. Corme (A Coruña) Galicia. España.
Faro do Roncudo, Corme (A Coruña) Galicia, España
El faro no es imponente como el de Cabo Vilán, en Camariñas, pero el otro lado de la costa es más agreste y estaba segura de que había nidos de aves marinas en las laderas y percebes creciendo despreocupados en las rocas, cada vez en lugares más difíciles, cada vez ese baile más arriesgado para lograr alcanzar el lugar virgen del expolio humano donde el marisco crece grande, grueso y confiado.

Vistas al noroeste desde el faro de Punta Roncudo. Costa da Morte. Galicia.

Nos sentamos en las rocas, deseaba ver aparecer entre ellas a un hombre revestido de la dignidad del percebeiro, con su neopreno como túnica sacramental, su red a la espalda, su rasqueta como cáliz de ofrenda. Pero nadie apareció, se ve que la caza había sido días antes para las fiestas y ahora estarían durmiendo la mona de la juerga de la noche anterior.

Percebeiro

Isaura y Mericia correteaban de acá para allá, hacían fotos y más fotos, hablaban de los muertos y las cruces en recuerdo de los difuntos. Bajé hacia la orilla, en sitio seguro; el mar, de todos modos, estaba en calma  total. Entonces llegó un coche, aparcó al lado del nuestro y de él se bajó un flaquito. No lo hacía yo percebeiro. Los imaginaba a todos fortachones y ágiles. No vestía neopreno ni llevaba el aparataje apropiado. Se dirigió al otro lado del faro y descendió entre las escarpadas rocas. ¿Qué iba a hacer? No parecía turista, vestía con ropa cómoda, pero no de pescador. No creo que fuese a recoger nasas o a pescar. Desapareció. ¿Un ornitólogo? ¿Un suicida?

Cruces en Punta Roncudo. Galicia.

Sentada en una roca pensé en los suicidas, en los hombres flacos de mi vida y en la fuerza indómita del mar. Algunos recordareis mi fascinación por los acantilados y el celo que debo mostrar al aproximarme a ellos por su oscuro poder de atracción hacia el abismo.
 
Faro de Punta Roncudo. Corme. Costa da Morte. Galicia. España.

Finalmente el flaquito llegó de nuevo al camino. Portaba en los brazos un pequeño cofre. Bueno, vale, era una especie de caja o embalaje para pescados y mariscos de color blanco azulado. Subió a su vehículo y partió.

Imaginé mi corazón dentro de esa caja, palpitando como la carne acuosa de un percebe. A la espera.
 (Esta historia acaba  Aquí)
Uol
Quen fora peixe! Ou mellor, percebe!

Corto documental dirigido por David Beriain sobre la historia de Serxio Ces, percebeiro de Cedeira, Galicia.
Preseleccionado para los Premios Goya 2012.

4 comentarios:

  1. Me ha gustado un montón tu descripción. Algún mensaje ácido (bien!), pero siendo "objetiva" con tus percepciones. Para mí comer percebes significan comer mar, es el fruto más delicioso que conozco (pero para gustos). He estado muchas veces en los sitios que has nombrado y, como en la mayoría de esquinas de por aquí, me he llevado una decepción. Qué fue del verdadero Camariñas antes de Fadesa? Qué pintan unas palmeras malnutridas en el puerto de Corme? No son capaces ni de tapar toda ese horrible sinsentido de viviendas. Corme aldea es más chulo, más rústico y por tanto, más descuidado (é a nosa historia).

    Has elegido bien las fotos, la naturaleza nos ha obsequiado con un paisaje que no nos merecemos.

    Un beso, espero que la próxima vez que me hagas una foto me pidas permiso :-P

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    1. No sé si has leído toda la serie, doy caña, pero nuestros estilos don diferentes. Soy de las que piensa que la belleza siempre encuentra hueco. Tú eres más oscuro en tu visión. Son perspectivas distintas, es todo.
      Gracias por compartir tu opinión!
      Bicos!

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    2. jajaja, nunca seré capaz de hacerme entender... es una batalla perdida. Para mí la belleza no es molestia, eso es todo. Desgraciadamente sólo muy pocos hablamos de la miseria.

      Te diré que no soy capaz de disfrutar de Corme, de hecho no volveré, aunque seguramente si alguien ve estas fotos en tu blog, se sentirá atraído.

      Te propongo un reto. Pero antes tendré que leer tus anteriores entradas.

      Un besito pequeñito, de menos de dos metros :-P

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    3. Entiendo perfectamente lo que quieres decir; lo que yo decía es que tú siempre relatas la miseria, lo malo que ves. Yo te digo que lo veo, pero también veo la flor creciendo entre la mierda; tú solo pareces ver la mierda. Son distintas sensibilidades o enfoques, o como quieras llamarlo.

      Me guardo el beso, ese pequeñito.

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