Se los miraba y le
parecieron muy chiquitos en unos pies grandotes y algo anchos. Se fijó en sus pies. Pensó que así
serían los de los antiguos primates. Él negó riendo y añadió, como quien no quiere la cosa, que los monos
hacían verdaderas virguerías con ellos.
En la próxima ocasión
que se dio, lo hizo. Se tumbó en sentido contrario a él y le atrapó con las
plantas de los pies su polla erguida. Él dio un respingo y abrió los ojos. Pero
las pupilas taladradoras de ella lo tranquilizaron. Se dejó hacer. Ella hizo
rodar la polla entre el hueco de sus pies enfrentados, como una mona. Estuvo un
ratito. Pero él seguía nervioso. Nervioso-bueno. Después dejó esa rotación y
atacó con la boca.
Más tarde él le dijo
mientras le mordisqueaba la oreja, no sé
qué blogs estarás leyendo tú últimamente…
No le aclaró que el
blog lo tenía ella en la cabeza.